Cada vez que abría los ojos y sonreía cuando se levantaba, su cabeza se le llenaba de sensaciones y emociones que archivaba en su cabeza.
El tacto de las superficies lisas cuando pasaba su mano, le causaban emociones como si se deslizara suavemente y completamente desnudo sobre un tobogán de algodón pulido por el uso.
En cambio, las sensaciones que le producían superficies rugosas era comparable a pisar descalzo sobre una playa de cantos rodados por el efecto del agua de mar.
El aire frío era comparable con imágenes de un paisaje nevado con osos polares y focas. Y el aire caliente a un desierto lleno de cáctus, serpientes y escorpiones.
Incluso las mismas sensaciones le provocaban otras sensaciones. Una cadena de sensaciones que no acabarían nunca.
Hubo un día que pasó suavemente su mano sobre un arból y no tuvo ninguna sensación. Abrió los ojos asustado. Esto le desconcertó y creyó que había perdido su capacidad de encadenar sensaciones.
En realidad lo único que le pasó y no sabía es que ese árbol estaba muerto. Nunca lo supo, pero pasado un tiempo todo volvió a la normalidad. Sensación tras sensación.
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Las sensaciones no son las únicas integrantes de la experiencia. Los pensamientos son tan experimentales como las sensaciones, y tan vitales para la experiencia.
ResponderEliminarVivimos en un cuerpo de sensaciones,además de estas sensaciones, están los sentimientos y emociones, que también se manifiestan en el cuerpo, con distintas localizaciones: podemos sentir “un nudo en la garganta”, “mariposas en el estómago",hasta "esa fibra que te remueve el cuerpo de arriba abajo y te sacude el corazón".
Estrella del Norte